Es Cazzoas uno de esos personajes m gicos de la literatura que surgen y se imponen a su autor, perplejo ante la fuerza de ese ser, que aparece de la nada como una revelaci n divina, y se queda. Estaba iniciando Jos Elgarresta su blog Todynada, cuando, tras una mirada a la historia en la tercera entrada, aparece Ev ngelos Cazzoulas, o Cazzoas, el poeta resucitado: el autor afirma que se comunic con l a trav s del sue o. Desde ese momento, se convierte en protagonista y, en ocasiones, autor de su propia historia, que el lector deber recomponer, ya que le llega sin respetar una cronolog a y a trav s de diversos tipos de escritos: diario en prosa, poemas, cartas, arengas, comentarios de compa eros de armas o amigos e informaciones que nos hace llegar un narrador externo. La presentaci n del personaje nos la hace el narrador, que nos da noticia del poeta y de su prematura muerte ya en la primera entrada en la que aparece. Despu s llegar n algunos poemas y textos en prosa, podr amos hablar de fragmentos de un diario. En definitiva, una serie de manuscritos que se encontraron tras su muerte. Estamos, por tanto, ante una obra singular, original sima e innovadora que mezcla distintos tipos de escritos y no se ajusta a un nico g nero literario, sino que participa de varios. Aunque esencialmente l rica, ya que incluye numerosos fragmentos de un diario, reflexiones y m s de treinta poemas, la historia de Cazzoas es, tambi n, pica: se sugieren sus haza as en el frente y participamos de sus ideales en pos de la Magna Grecia. Quiere, como Alejandro, hacer de la cultura griega el centro del mundo: lucha contra los turcos y critica el ego smo y la crueldad de las grandes potencias que utilizan al pueblo griego. Se convierte en h roe a nuestros ojos: un h roe abocado a la muerte, pero que solo as , yendo al encuentro su destino, caminar hacia la inmortalidad. Es lo que l llama "hacerse tiempo", "una forma de ser eterno". Es clave esta idea: a cada uno le espera su destino y hay que avanzar hacia l. ("Yo no la cambiar a mi vida] por ninguna otra, a pesar del dolor y del sufrimiento. Me he dado a m mismo y a otros la oportunidad de decidir" de "Un momento en el combate").