La muy personal versi n del escritor canario del mito llevado a tragedia sucesivamente por Esquilo, S focles y Eur pides, fue un "duro alegato contra los poderes de la Iglesia y contra las rdenes religiosas que la serv an" en un momento hist rico en el que en Espa a crec a de nuevo la influencia de los intereses pol ticos del Vaticano. Aquella bofetada, que para asombro del propio Gald s fue mucho m s sonora de lo que l hab a esperado, encender a la mecha que al cabo de los a os se llevar a una desproporcionada, triste y muy poco cristiana revancha: conseguir que el genio literario de Gald s no fuera reconocido con el Premio Nobel de Literatura.